jueves, 6 de septiembre de 2012

CARTELITOS:


Yo quiero el medio boleto, y vos?
Este cartel estaba al tono con la época, cuando pasaban permanentemente por los medios la canción oficialista YO QUIERO A MI ARGENTINA,y UD?

El Medio boleto una lucha histórica del estudiantado santafesino

El Medio boleto una lucha histórica del estudiantado santafesino.


Cuando cualquier individuo mira hacia el pasado, indefectiblemente lo hace con todo el bagaje social  en que se ha transformado su presente. Los intentos de acercamientos a las realidades históricas tendrán siempre el factor subjetivo de ser cosechado como frutos de aquella y esta realidad.
Esas acciones depositadas, ricas en cada subjetividad individual, con sus luchas, al expresarse o escribir sobre los recuerdos y vivencias de esa época, se presentan como la voluntad insustituible, añejada y aun joven, valerosa en su diversidad  de esfuerzos y generosa por hacer material todos los archivos de la memoria que conviven dentro de cada uno de nosotros. Siempre es válida esta apelación porque se recobran historias, pedazos de hechos con sus protagonistas aún inéditos.
Hacerlos de todos y para todos es una tarea de muchos, tan necesaria como productiva. No importa el aporte por su tamaño ni su profundidad, siempre valen por su propio peso en cada construcción colectiva del ayer y del hoy.

Lo viejo y lo nuevo.


No es la primera vez que vuelvo a enfocar esta lucha, tan hecha carne en nuestra vida militante, que conlleva un pasaje de vida estudiantil secundaria. Vida estudiantil que pisó los finales de la década de 1960 y llegó hasta aquel inolvidable año 1972.
Contadas sus cargas de reservas, es imprescindible advertir que los pasadizos que se abren a la luz de los tantos recuerdos no se pueden anclar en los pequeños meses transcurridos de su desarrollo como lucha. Poque no partían ni se quedarían como medio boleto. Se transformarían en nuestras propias vidas, en un pasaje completo que aún nos acompaña.
Escudriñando la gastada mochila de los primeros pasos que llevamos dentro, surge siempre su ejemplo unitario, que nos mira desde lejos con sus ya transcurridos 40 años.

La primera vez que escribí sobre ella, fue en 1978, en la cárcel de Rawson en los años de la última Dictadura Cívica Militar y Genocida. Aquel esfuerzo más cercano en el tiempo con esa lucha del año 1972 nació de la necesidad de transmitir esta experiencia a todos los compañeros presos políticos que compartíamos cuatro pabellones. Fue a través de una revista clandestina “La Gaviota Blindada”, de la cual se hacían dos ejemplares, uno para cada ala de la cárcel.
Escribirlo en papeles para armar cigarrillos significaba de por sí un riesgo. Fue por las noches conspirativas y con vigilancias solidarias de los compañeros más cercanos a las celdas cuando ejercíamos el vicio narrativo. La luz de un reflector de patio con su resplandor penetrante por la angosta ventana carcelaria, ofició de guía a las maniobras de lapiceritas minúsculas. Esa primera historia salió con su propia perspectiva individual y partidista, con su visión más general y menos íntima. Más restringida por sí misma, por el lugar peligroso que habitábamos.
Su base sustancial era la ausencia de toda comunicación con el exterior y de todo material de lectura, cuando por las razones de la fuerza del aniquilamiento que se intentaba realizar sobre nosotros, y en el apremio de esa situación, comprendimos por la contingencia de esa resistencia corporal e ideológica, que la historia éramos nosotros mismos y debíamos socializar cada experiencia, dándole vida a las horas para salvarnos en el ejercicio tan humano de las narraciones que se transmiten de boca en boca y se cuentan para ganarle al tiempo, ese tirano tan poderoso que habita en cada rincón de toda cárcel.
Esta escapatoria temporaria moriría aislada en los archivos de inteligencia de la Marina. Se la llevaron presa, agonizando tal vez en forma solitaria, sobre algún escritorio burocrático como primera narración del famoso Medio Boleto Santafesino. Allí habrán quedado con sus letras microscópicas para el ojo inquisidor de algún represor a modo de ejemplo sobre en qué se entretenían los “guerrilleros subversivos”. Esto sucedió antes de la visita de la CIDH, (Comisión Interamericana de Derechos Humanaos) cuando realizaron una requisa exhaustiva y le dábamos a modo de anzuelo “pasto para las fieras” buscando proteger otros secretos que nos podían costar la vida.
   
Esta segunda historia sobre aquellos mismos hechos, es hija de otro tiempo. Más cercana al corazón y sosegada en sus inquietudes veteranas. Seguro que no morirá como la primera acorralada por el frío sureño. Vuelve a resurgir desde los viejos sitios santafesinos que le dieron origen y documento. Esta más acompañada de otras voces conocidas y valederas.
Otras generaciones estudiantiles habitan hoy los mismos lugares caminados por nosotros. Viejos patios volanteados en el ayer. Las mismas puertas son traspasadas ahora en cada aula y las paredes de afuera y adentro guardan tras de sí otros paisajes e historias, colores y significancias nuevas. Ni mejores ni peores, distintas.
De allí nace la necesidad actual, que nada se pierda en las razones del olvido. Que todo lo que está se haga memoria y herencia para todos los estudiantes, de aquí o de más allá, que como nosotros viven su juventud. Esa juventud que muchas veces se presenta cargada de futuro.

La lucha del medio boleto quedó grabada en miles de gurises y gurisas como su primera experiencia de lucha.
Para algunos fue su primer y último acercamiento a una lucha masiva. Para otros fue el primer paso en su militancia posterior en las variadas opciones políticas que se plasmaban en el ancho horizonte de oposición a otra Dictadura militar que regía los destinos de nuestra Patria. Para los menos fue un mojón importante, conciente, de su opción de vida militante, que tiempo después y por otros factores más profundos, seguirían optando en sus compromisos y honrarían con sus vidas generosas el camino de lucha del pueblo argentino.
En nombre de todos ellos que todavía nos miran con sus rostros jóvenes y vitales por construir otra Argentina. De todos los que nos ayudaron sin ser estudiantes, todos los que nos protegieron y abrieron sus casas, de los sindicalistas combativos que nos brindaron sus sedes para las multitudinarias asambleas, de los profesores que se identificaron y se jugaron con este reclamo justo, de los padres de tantos compañeros y compañeras que acompañaron sobrellevando los miedos lógicos por cada uno de sus hijos, de esta lucha que tuvo sus ribetes múltiples y participativos. Y en la cual tampoco faltaron aspectos represivos y persecutorios  que acarrearía tiempo después consecuencias diversas.
Vaya para todos ellos y a modo de este inicio con su final abierto, para todos los estudiantes de ayer, de hoy y los que vendrán, la prosa legendaria y resonante en sus palabras, de un poeta de nuestro tiempo que leíamos y descubríamos con las ansias que aún no han muerto. Porque siguen significando el tiempo y los desvelos de muchos que aún hoy, siguen optando y no se entregan a las “sanas” apetencias de la tan remanida vida “tranquila”.

“Heredamos la vida lacerada de los pueblos que arrastran un castigo de siglos, pueblos los más edénicos, los más puros, los que construyeron con piedras y metales torres milagrosas, alhajas de fulgor deslumbrantes; pueblos que de pronto fueron arrasados y enmudecidos por las épocas terribles del colonialismo que aún existe.
Nuestras estrellas primordiales son la lucha y la esperanza, pero no hay lucha ni esperanza solitaria. En todo hombre se juntan las épocas remotas, la inercia, los errores, las pasiones, las urgencias de nuestro tiempo, la velocidad de la historia.”
                            Pablo Neruda 1971

Nuestro tiempo.


La lucha victoriosa del Medio Boleto como toda victoria tiene cien padres. Todos los que participaron se sienten progenitores, pero a su vez se sienten parte de un todo porque se gestó en un tiempo diferente al actual.
El tiempo histórico de su gestación lo brindó el marco anti-dictatorial que reinaba en masivos sectores sociales que comprendía la sociedad argentina y que se expresaba por doquier en todo el territorio de nuestra patria.
Pero aún con este marco favorable, tuvo aspectos riquísimos difíciles de olvidar Esto hace que hoy al referirnos a ella,  cualquier participante se sienta dentro, “que nadie se sienta más que nadie”. Que todo aquel que hizo lo que hizo lo sienta suyo y a la vez, lo viva  como parte del estudiantado, de su identificación política, o de lo que nacía de su compromiso.
Sea como sea, la criatura que nació vino prendada de un sentimiento de unidad que nada lo pudo romper y constituyó su fuerza bruta, su parapeto diverso de ideas, que nos hermanó y aun hoy guardamos como un tesoro único de aprendizaje, que nos permite reconocernos a través del tiempo, sin que  dejemos de identificarnos cada uno con lo que fue y lo que es hoy, sin que prime ninguna tristeza, más que la surge de los que ya no están y fueron parte del nosotros.

En mi caso personal me tocó vivirlo desde mi célula política del PRT y desde la opción de la lucha armada en el ERP. Estudiaba en el colegio Don Bosco, católico y salesiano, donde no existía centro de estudiantes y donde la organización de aquel estudiantado en su mayoría de clase media, de clase media pobre por la barriada que rodeaba al colegio, algunos pocos hijos de ricos y otros pocos hijos de obreros. Ubicado en lo que era por aquella época el norte de ciudad. Suplía la falta de colegios estatales de nivel secundario hacia donde la ciudad se iba extendiendo.
No tenía trayectoria de lucha más que la efervescencia que provoco el Cordobazo en mayo de 1969 que fue acompañado por las solidaridades de purretes alzados con esa gesta popular. En una asamblea improvisada en las paradas de colectivo sobre la avenida Facundo Zuviria, decidimos, más por nuestra vagancia intelectual que por nuestra conciencia, no entrar al colegio y hacer nuestras primeras armas huelguísticas.
Luego el tiempo comenzó a correr desaforado, aparecieron los primeros salesianos tercermundistas que andaban sin sotana, que hablaban del compromiso cristiano con los pobres y que a pesar de ir a un colegio religioso, la bendita religión era un hecho formal, de misa obligatoria de los sábados, de confesiones afrodisíacas hechas en cadena conspirativa que hacían transpirar al confesor y al final te echaba con 10 padre nuestro y 10 ave maría que nadie rezaba, salvo aquellos que llamábamos los “culi flexiones”.
De ir una vez al año a la Basílica de Guadalupe caminando y luego rajar al profano picado de fútbol en la playa. Eran partidos bravos, multitudinarios, extensos, sin rayas laterales. En patas, con pantalones grises  arremangados, los gastados sacos azules quedaban solos, todos amontonados formando los límites de los arcos. Aquella mañana nos bañaba cada vez que la pelota se iba a la laguna volviendo mojada. Al rodar nuevamente se volvía un remolino de arena húmeda rociando nuestras caras y maldecíamos al viento. Una vez logramos incorporar a un cura, que corría agarrándose la sotana y sacaba chispas cuando nos raspaba con sus zapatones, fiel reflejo de las amarreteadas económicas salesianas. 
Aquellos sábados morían en algún chisme de algún baile de otra escuela o de un cumpleaños de quince para la colada. Si había alguna mina que nos tenía simpatía la cosa venia fácil, sino, había que esmerar el verso o algunos mangos juntados a las apuradas para el que cuidaba la puerta.
Nunca faltó la escapada a la carrera estando adentro y comiendo cuando algún familiar buchón nos señalaba y no había más remedio que rajar por donde sea. De esa manera había noches gloriosas donde éramos ganadores y otras que daban penas, volvíamos pateando ladrillos por las calles del barrio, con el cigarrillo, cuando había, como única compañía.

En 1969 todo cambio.


Llegaron unos curas levantiscos trasladados y rompieron los límites por todos añorados. No se escandalizaban cuando escuchaban a los” Beatles o Credence”. Fue al revés, nos sorprendieron crearon la misa de los jóvenes con batería y guitarra eléctrica incluida. Hablaban mucho de encuentros juveniles y participación social y menos de campeonatos de fútbol para la cooperadora de las viejas, que encima tenían el resultado cantado, ganaba siempre 5ª año por las buenas o por las malas.
Un camino distinto arrastraba a los cursos a acercarse a eso de los encuentros juveniles y la solidaridad social. Había también una razón poderosa, participaban los colegios de mujeres de las monjas cercanas.
Así nacieron dos proyectos distintos pero animados por el hacer algo en esos grupos mixtos, uno era de humilde construcción y de arreglos de casas. Se hacía los fines de semana en las quintas cercanas, donde había mucha pobreza y explotación de sus recolectores paraguayos y bolivianos. El otro era de asistencia en los hospitales de gente desamparada, en general de aquellos que venían al hospital Cullen y que eran de la Santa Fe profunda y desconocida.
Nuestras cabezas comenzaron a volar.
Un día de 1970 se apareció el Obispo Zaspe, hecho desconocido para un colegio pobretón como el nuestro. Era un cura más entremedio de nosotros. Nos habló de preparar con tiempo y hacer una jornada con varios colegios de la ciudad con la consigna de “Todo hombre es mi Hermano”.
Era casi a principios del año escolar. El encuentro se programó para mediados de setiembre de 1971. La ebullición hizo añicos los viejos preceptos religiosos. Era licito leer el Diario del Che, Camilo Torres y su compromiso con la guerrilla colombiana. La revista de los cristianos por el Socialismo de Chile circulaba sin inhibiciones, el martirio de Patrice Lumumba en la represión belga en el Congo africano se nos hizo conocido, la revista “Todo es Historia” donde aparecían los artículos de Bayer sobre las matanzas obreras en la Patagonia se leían en nuestras clases de historia. Carlos Marx dejó de ser un archi-enemigo y el pequeño Manifiesto Comunista hizo su debut ante nuestros ojos ávidos. Sólo a Lenin los curas lo miraban con desconfianza. Si aparecías con un libro del “ruso” te decían “¿que haces con eso?”. La Biblia Latinoamericana era el libro de cabecera.
Éramos una esponja sedienta de conocimientos. La revolución socialista pasó al presente discutidor como cuestionamiento o compromiso.
Por debajo y a escondidas circulaban volantes de las organizaciones guerrilleras que impulsaban la lucha armada como estrategia contra la dictadura del momento. Otras opciones políticas eran prejuiciosas, casi no aparecían por los colegios religiosos.
Eran muy pocos los que se mantenían totalmente indiferentes y en otro mundo, todos se permitían una opinión de aprobación o discordancia.
Había discusiones de todo tipo, a veces desbordantes, otras semejantes a gallegos mentirosos. Nadie torcía el complejo de expresarse aunque sea macaneando o diciendo aciertos o burradas. Las peñas y los fogones de los primeros campamentos fueron testigos que arañábamos las estrellas lejanas.
Los patios del Calvario o el nuestro propio, o el del Berna, nos encontraba iluminados en las noches frescas. El verano caluroso y sus mosquitos, junto a un arroyo cansino que alimentaba la laguna del Cristal cerca de Calchaquí, nos transportaba al nuevo mundo.

Sin temor a equivocarnos podemos decir que aquella generación secundaria de la que formamos parte nos rumbeó en la vida y que aún nos abraza con su fuerza. Fue una generación hija del Cordobazo, del Viborazo, del Rosariazo, de incontables pobladas populares y acciones guerrilleras que sacudían a la sociedad argentina como muñeco de locos.
No nacimos a la política por hechos extraños, sino auténticos y cercanos, con patente argentina y latinoamericana. Cuba era un faro y sus luces discutidas hasta el hartazgo.  Las luchas lejanas eran admiradas por nosotros. La guerra de liberación  vietnamita contra el Imperialismo norteamericano estaba en los diarios y en la televisión casi todos los días. El Chile de Salvador Allende y su vía pacífica al Socialismo estaba a 1500 km de distancia, no estaba al otro lado del mundo. Como cercanas también estaban las dictaduras asesinas de Stroesner en Paraguay, y de los militares brasileros y sus escuadrones de la muerte. Los Tupamaros uruguayos tán solo al otro lado del rio.
Éramos miles los que despertamos sin ningún letargo atrayéndonos por múltiples caminos en los cuales nuestras propias historias familiares no estaban ajenas. Argentina vivía de Golpe de Estado en Golpe de Estado. La democracia era casi desconocida como un valor político. Las proscripciones políticas del Peronismo y de los partidos de izquierda eran un hecho adquirido en el autoritarismo militar o en las insolvencias y tolerancias de los partidos legales nacionales o provinciales.
La lucha armada no desembarcó de ningún barco extranjero. La veíamos cercana en hechos que ocurrían en nuestra ciudad, a la luz del día, bajo el sol de nuestra patria.
Aquel contexto nos formó y nos fue moldeando. Cada uno sabrá decir por qué caminos fue aprendiendo a vestir su juventud de amores, bailes, discusiones, acciones de solidaridad, compromiso y más compromiso. Esa era la palabra, para algunos todavía cristiana y no católica, para otros sin dios y llena de luchas humanas necesarias que nos abría la cabeza y nos hacía madurar en busca de una felicidad colectiva.

Sobre todas esas bases de vidas individuales y hechos sociales reivindicativos y políticos se asentó la Lucha del Medio Boleto.
No fue una lucha espontánea. Muchas agrupaciones estudiantiles, partidos políticos legales o clandestinos, tenían expresión y rostros de estudiantes secundarios. Se planteó como una lucha necesaria ante la carestía de la vida, la inflación reinante, como modo de cuestionar la dictadura de Lanusse y sus planes de salida política, como modo de resistencia o parte de la lucha revolucionaria que cada cual abrazaba.
Es así que pudimos confluir como estudiantado en un hecho inédito. Por primera vez los estudiantes de los colegios privados y los estatales nos unimos, aún a sabiendas que los privados no poseerían ese beneficio si se lograba la victoria.
Esto solo se puede explicar por la voluntad unitaria más allá de nuestras diferencias y que las había por doquier. Esa base se formó en nosotros mismos sabiendo que debíamos expresar nuestra lucha con el apoyo de profesores, de nuestros propios padres y familiares, de los vecinos, de los mismos trabajadores de los colectivos y de los dueños privados de las unidades de transporte, que en aquel momento eran una cantidad considerable, porque aún  no se había producido la concentración empresarial que hoy existe.
Se lograría  no sólo su no oposición, sino hasta un comunicado de aceptación  colocando el jaque sobre el gobierno municipal dictatorial del intendente Puccio y su joven contador Mercier que ya hacía sus primeros pasos de depredador y amigo del poder militar.
También se dio el apoyo de la sociedad de almaceneros de aquella época que de paso se manifestaba contra la carestía de los alimentos. Varias vecinales expresaron su solidaridad como modo de apoyo a sus vecinos en bajar los costos que asumía cada familia al mandar sus hijos a estudiar. Veían en el medio boleto estudiantil una pequeña ayuda a sus propósitos cuestionadores de la economía y a las flacas billeteras de sectores castigados y explotados.
El arco de solidaridades no fue obra sólo de nosotros. Había un apoyo por fuera de múltiples partidos políticos que irradiaban sus influencias en modo de apoyo como también de sus propias acciones de enfrentar a la dictadura. Los sindicatos más luchadores y menos claudicantes se brindaron a “los pibes”, como nos decían. El recordado Ricardo Molinas fue el encargado de darle forma legal a nuestro petitorio. Como también hubo abogados que se acercaron a colaborar cuando se produjo la encerrona policial en el sindicato de Sanidad.

Nuestro colegio se sumó desde el inicio y desde allí se colaboró en el desparramo de ideas y acciones con los colegios cercanos El Berna, El Juan XXIII, el San José, y el Calvario. Se hizo así porque ya trabajamos juntos a través de los grupos juveniles que existían con anterioridad.
Nuestra organización al no haber centro de estudiante fue simple, un delegado por curso, un subdelegado cada 10 estudiantes que su vez constituían el grupo para marchar en los actos y establecer los controles por si alguien caía en cana. Las asambleas se hacían en las afuera del colegio, en la amplia curva que unía Facundo Zuviría con Estanislao Cevallos. Un delegado general del colegio lo representaba en la comisión de delegados que se formó con todos los colegios.
Los volantes estaban a la orden del día. Había veces que caían dos o tres de distintas organizaciones o se colgaban de un gancho de alambre en los baños o en los alambrados que limitaban el colegio.
Fueron días febriles en que los que teníamos militancia a veces no alcanzaba el tiempo para realizar la presencia del mandato estudiantil que asumíamos y las tareas propias de la organización a la que pertenecíamos.
Hacer un volante, cubrir los equipos que teníamos en cada escuela, discutir, organizar, volvernos a reunir y hacer por las noches pintadas y alguna otra cosa non santa que nos representaba.
Fue una época de cosecha estudiantil, de compañeros que se sumaban. Ninguna agrupación estudiantil egresó de este conflicto victorioso tal cual entró a la lucha. Todos salieron fortalecidos y convencidos que su estrategia era correcta, por ello nadie se sintió menos o traicionado. Porque hubo acciones estudiantiles para todos los gustos. Boicot pacífico a los colectivos marchando caminando a la escuela, actos masivos, huelgas y marchas, represión y solidaridad, actos relámpagos, enfrentamientos callejeros con la policía.
El medio boleto fue un ejercicio masivo de lucha que alentó y se solidarizó con otras luchas, como la de los municipales que a la postre serian en su conflicto apoyados por los estudiantes secundarios y universitarios, así como  de los trabajos barriales y las necesidades que desde allí se reclamaban.
La llama que encendió la mecha del “Manzanazo” la primera pueblada popular santafesina, unió también un conjunto de fuerzas que se hicieron dueñas de la ciudad por unas horas hasta que penetraron las fuerzas del Ejército y la resistencia pasó a atrincherarse en los barrios del Oeste hasta el otro día.
El Manzanazo y el medio boleto son dos luchas estrechamente unidas, fueron parte del descontento popular a flor de piel contra una dictadura que ya daba señales de agotamiento político y económico. Jaqueada por huelgas masivas, levantamientos populares violentos y la lucha armada que se expandía cada vez más audazmente.
Todos los que participaron tienen algo que brindar como influjo de un tiempo que fue así, que fueron protagonistas y actores por mejorar o transformar  esta sociedad santafesina y argentina. Más allá o más acá del esfuerzo propio y colectivo, merece ser parte de una herencia que renace en cada expresión de lucha, por insignificante que sea, por hacer una sociedad más libre y más justa.

No hacemos este recorrido por el simple hecho de los recuerdos. Lo hacemos en la valoración de una historia rica, significativa que se alberga como componente valiente, sensato y comprometido en la memoria de una ciudad que sirvió de ejemplo a otros estudiantes secundarios de nuestro país que lucharon bajo otra dictadura mucho más sanguinaria, que abrió a su paso desde 1976 en adelante, profundas heridas que todavía enfrentamos.
Esta otra dictadura enfrentó una lucha similar de estudiantes secundarios bonaerenses. No trepidó en reprimirla y desaparecerla en la vida de aquellos compañeros que la emprendieron en la ciudad de La Plata, sufriendo el hecho histórico que se conoce hoy como la “Noche de los Lápices”.
Desde allí, es que debemos valorarla y recordarla a todas estas luchas. Ese sentimiento sigue siendo viable para que las generaciones que hoy poseen este beneficio del Medio Boleto obtenido a través de los episodios que brindamos, sea sostenido y ampliado. Quién nos dice que hoy no sea necesario profundizarlo. Ya no un medio boleto sino un boleto entero de vida más digna, hoy que muchos jóvenes ni siquiera alcanzan el horizonte educativo o de trabajo y son razón de un cuestionamiento social represivo.
No pasa un día sin que muchos medios periodísticos los arrojen como desperdicios y se reclame ciegamente contra ellos. En su gran mayoría a los adolescentes y jóvenes pobres, que justamente no han tenido seguridad de nada, se les cuelga el estigma social de que son delincuentes sin retorno.
Nada vuelve a repetirse pero todo puede mejorarse o empeorarse. Hoy el movimiento estudiantil es atravesado por otros desafíos tan acuciantes y necesarios como aquellos tiempos que nos exigió tomar postura. Lo que no debe perderse es esa sensibilidad social que nos indica que somos parte de un todo y que nada nos es ajeno por más que vivamos otro tiempo histórico que no está exento de nuevos desafíos por romper y por conquistar.

Los compañeros y compañeras que ya no están, que vivieron y crecieron como seres humanos actuantes a la luz de aquella victoria estudiantil santafesina, que se adueñaron de un sueño lejano y limpio, seguirán presentes por la persistencia y nuestra voluntad de traerlos hasta estos días como los amaneceres que vendrán y siguen cargados de esperanzas.

Esperanzas que se abren cada vez que vemos jóvenes estudiantes que buscan en trabajos solidarios en territorios muchos más difíciles que nuestros escenarios. Las vicisitudes de este periodo se acentúan, padecen lacras nuevas y hasta desconocidas. Los obligan a pensar, a crear desde bases sociales más destruidas por la acción genocida en lo social, de un neoliberalismo aún poderoso, que ha dejado plasmado una matriz de destrucción humana que los increpa y nos increpa a pesar que peinamos canas pero que los sentimos tán cercanos, en esta ciudad inundada dos veces y que ostenta en muertes juveniles un record que no decrece.
Vaya también para todos ellos este puente generacional que debe permanecer unido, aunque sea flaco y tal vez endeble, comparado con nuestras ansias  siempre vivas, nacidas o florecidas, de una lucha que hoy cumple 40 años y fue de todos para todos.
Aún hoy al reencontrarnos sentimos su calor.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Como surgio lo del medio boleto



Hace 40 años, mientras la dictadura de Onganía / Lanusse aún seguía firme, en la ciudad de Santa Fe los estudiantes secundarios decidimos luchar por el medio boleto estudiantil. No éramos los únicos el descontento social se hacia escuchar, los sindicatos luchaban por sus salarios, los barrios contra la carestía de la vida, los jóvenes y los movimientos políticos por derrotar a la dictadura. la solidaridad era tal que hacia que en cada lucha se apoyara la de otros sectores, ya sea en los comunicados  volantes o consignas
Sin que la actividad estudiantil estuviera permitida, cada escuela se organizó en amplia unidad, las escuelas privadas (que no accederían al beneficio) fueron solidarias con las estatales, los estudiantes que vivían cerca de su escuela fueron solidarios con sus compañeros que vivían muy lejos.
Asambleas, marchas, petitorios. Los padres a través de las cooperadoras apoyaron a los alumnos, los docentes hicieron causa común, más de un director nos apoyó abierta o disimuladamente. Miles de estudiantes en las calles vencieron la negativa del intendente militar de Santa Fe. La Municipalidad negoció con una comisión formada por directores, cooperadores y alumnos; el 28 de julio de 1972 dictó la Ordenanza reconociendo del beneficio de MEDIO BOLETO ESTUDAINTIL SECUNDARIO. Siendo santa fe una de las primeras provincias en contar con este beneficio par los secundarios
DESDE ENTONCES NUNCA  MÁS SE PUDO QUITAR O SUSPENDER
Aquél fue un gran movimiento colectivo, ayudanos a armar este relato con tu aporte, vos también fuiste parte de esta historia ganada por nuestro pueblo.